Me gustaría dar a conocer este artículo que escribió Manuel Gago Quesada, hijo del gran dibujante de "El Guerrero del Antifaz" y que apareció publicado en Levante-EMV el 6 de octubre de 2006. En él se muestra, no sólo lo que a mí me parece una grandísima injusticia, sino también el tremendo sacrificio del artista. Que no quede en el olvido.
La Audiencia ha revocado la
sentencia que dictó un juez de primera instancia favorable a los herederos de
Manuel Gago, en base al recurso que la familia Puerto-Vañó interpuso contra la
misma. El día 9 de septiembre, el diario Levante publicó las consideraciones
básicas que llevaron a la sala novena a pronunciarse a favor de los
Puerto-Vañó, y en este artículo me propongo que los lectores conozcan la
historia de la lamentable relación laboral que Manuel Gago, mi padre, sostuvo
con los herederos del que se apropió de sus derechos cuando él tan sólo contaba
21 años y estaba lleno de ilusión y buena fe.
Manuel Gago creó “El
guerrero del antifaz” en 1944, lo presentó en la desaparecida Editorial
Valenciana, que en principio se mostró reticente a publicárselo, pero ante la
insistencia del ilusionado adolescente que les aseguraba que el trabajo que les
ofrecía sería un éxito, accedieron y comenzaron a publicárselo, y fue tanta la
aceptación que tuvo, que el tiraje semanal de cada cuadernillo pronto alcanzó
los 900.000 ejemplares, según dijeron en repetidas ocasiones empleados de la
misma editorial, cifras que se han publicado en diversos medios y que no fueron
desmentidas por el editor, según mis noticias.
Durante estos dos primeros
años, el editor remuneraba a mi padre con 300 pesetas por cuadernillo, mientras
que el obtenía presumiblemente 300.000 netas, después de haber pagado la
confección y distribución del cuaderno; téngase en cuenta que en esos años, el
cuadernillo semanal costaba 0,75 céntimos, y después, en 1946, subió a 1
peseta. Multiplíquese 900.000 x 0,75, y tenemos el “justo” reparto de
beneficios entre el artista creador y el explotador de su talento.
Fue en 1946, tras dos años
de éxito clamoroso, cuando el editor registró a su nombre la creación de mi
padre, sin que éste se enterase y sin ninguna contrapartida, a no ser que la
contrapartida fuese un aumento dinerario por cuadernillo, que pasó de 300 a 600
pesetas. El reparto semanal, 600 para el artista creador y 300.000 pesetas
netas para el empresario explotador de la obra. En 1947, seguramente para
“legitimar” el registro a su nombre de “El guerrero del antifaz”, hizo firmar a
mi padre unos papeles que ante los tribunales han tenido validez de contrato, y
en 1949 otros papeles para perfeccionar a su favor el contenido de los
anteriores; en estos últimos, mi padre se veía obligado a cederle “la propiedad
literaria y artística de todo el trabajo realizado para la editorial hasta la
fecha (reconoce así el editor que no había nada cedido) así como el que
realizase en el futuro”, y la obligación de trabajar en exclusiva para la
Editorial Valenciana. En contrapartida, el Señor Puerto se comprometía a
proporcionar trabajo continuado a mi padre, “siempre que a su juicio éste
reuniese la suficiente calidad y esmero”.
Así mismo, el editor
establecía un precio por cuaderno de 3.000 pesetas, sin previsión de subidas ni
de futuros aumentos. Estima la audiencia provincial que 3.000 pesetas era una
cantidad importante para la época ¿desde cuando una tribunal de justicia es
competente para determinar lo que debe ganar un artista? ¿Se imagina el lector
de este artículo a un tribunal de justicia diciendo lo que debe ganar, pongo
por caso, la autora de “Harry Potter? La Audiencia no dice nada sin embargo sobre
el “equitativo” reparto semanal de beneficios entre creador y explotador, que
quedó establecido desde esa fecha en 3.000 pesetas para aquél y 450.000 para
este último, y ello sólo si nos referimos a la explotación de “El guerrero del
antifaz”, pues en 1945 Manuel Gago había comenzado a realizar los cuadernos
semanales de “El pequeño luchador”, y en 1947, los de “Purk, el hombre de
piedra”. En total, cada semana les entregaba treinta páginas completas de nueve
viñetas cada página, más sus correspondientes tres portadas y los guiones que
también eran suyos; para poder llevar a cabo tal producción, que ningún otro
dibujante llevó jamás, Manuel Gago trabajó dieciséis horas diarias durante
veintidós años, desde 1944 hasta 1966, fecha en que, seguramente en aplicación
de la cláusula “calidad y esmero”, establecida en los papeles a los que algunos
han llamado contrato, el señor Puerto dejó sin trabajo a mi padre, dejándolo en
la calle sin ningún requisito previo ni indemnización alguna. ¿Qué validez
tenían pues esos papeles? ¿Cómo es posible que una sala de justicia haya
procedido así? ¿Cómo es posible que una sala de justicia diga que el editor no
registró la obra de mi padre de mala fe, pues su explotación ya la tenía
cedida? ¿No se ha percatado el tribunal de que primero se produjo el registro
indebido de la marca, y después se impusieron a mi padre esos nefastos papeles,
la cesión y la “exclusiva”, que lo ataron a su mesa de dibujo durante veintidós
interminables años, dieciséis interminables horas cada día de esos veintidós
años? A mis hermanos y a mí nos robaron a nuestro padre, y a él le arruinaron
su carrera, no dejándole progresar como todos los demás dibujantes pudieron
hacer, cuidando sus dibujos y trabajando para el editor que más los valorase.
Realmente, esta es una historia que debe quedar registrada en los anales de la
Infamia.
Autorizo a cualquier persona
o entidad a citar, utilizar y difundir, parcialmente o en su totalidad, este
artículo en cualquier medio de difusión. Fdo. Manuel Gago Quesada
2 comentarios:
has leido LA MASCARA DEL GUERRERO? Ahí comenta muchas cosas
Creo que más bien el título de la obra es "El antifaz del Guerrero" ha salido hace poco y no, no he tenido el gusto de leerla. Gracias por el comentario.
Publicar un comentario