miércoles, 18 de abril de 2012

La injusticia del guerrero

Me gustaría dar a conocer este artículo que escribió Manuel Gago Quesada, hijo del gran dibujante de "El Guerrero del Antifaz" y que apareció publicado en Levante-EMV el 6 de octubre de 2006. En él se muestra, no sólo lo que a mí me parece una grandísima injusticia, sino también el tremendo sacrificio del artista. Que no quede en el olvido.




La Audiencia ha revocado la sentencia que dictó un juez de primera instancia favorable a los herederos de Manuel Gago, en base al recurso que la familia Puerto-Vañó interpuso contra la misma. El día 9 de septiembre, el diario Levante publicó las consideraciones básicas que llevaron a la sala novena a pronunciarse a favor de los Puerto-Vañó, y en este artículo me propongo que los lectores conozcan la historia de la lamentable relación laboral que Manuel Gago, mi padre, sostuvo con los herederos del que se apropió de sus derechos cuando él tan sólo contaba 21 años y estaba lleno de ilusión y buena fe.
Manuel Gago creó “El guerrero del antifaz” en 1944, lo presentó en la desaparecida Editorial Valenciana, que en principio se mostró reticente a publicárselo, pero ante la insistencia del ilusionado adolescente que les aseguraba que el trabajo que les ofrecía sería un éxito, accedieron y comenzaron a publicárselo, y fue tanta la aceptación que tuvo, que el tiraje semanal de cada cuadernillo pronto alcanzó los 900.000 ejemplares, según dijeron en repetidas ocasiones empleados de la misma editorial, cifras que se han publicado en diversos medios y que no fueron desmentidas por el editor, según mis noticias.
Durante estos dos primeros años, el editor remuneraba a mi padre con 300 pesetas por cuadernillo, mientras que el obtenía presumiblemente 300.000 netas, después de haber pagado la confección y distribución del cuaderno; téngase en cuenta que en esos años, el cuadernillo semanal costaba 0,75 céntimos, y después, en 1946, subió a 1 peseta. Multiplíquese 900.000 x 0,75, y tenemos el “justo” reparto de beneficios entre el artista creador y el explotador de su talento.
Fue en 1946, tras dos años de éxito clamoroso, cuando el editor registró a su nombre la creación de mi padre, sin que éste se enterase y sin ninguna contrapartida, a no ser que la contrapartida fuese un aumento dinerario por cuadernillo, que pasó de 300 a 600 pesetas. El reparto semanal, 600 para el artista creador y 300.000 pesetas netas para el empresario explotador de la obra. En 1947, seguramente para “legitimar” el registro a su nombre de “El guerrero del antifaz”, hizo firmar a mi padre unos papeles que ante los tribunales han tenido validez de contrato, y en 1949 otros papeles para perfeccionar a su favor el contenido de los anteriores; en estos últimos, mi padre se veía obligado a cederle “la propiedad literaria y artística de todo el trabajo realizado para la editorial hasta la fecha (reconoce así el editor que no había nada cedido) así como el que realizase en el futuro”, y la obligación de trabajar en exclusiva para la Editorial Valenciana. En contrapartida, el Señor Puerto se comprometía a proporcionar trabajo continuado a mi padre, “siempre que a su juicio éste reuniese la suficiente calidad y esmero”.
Así mismo, el editor establecía un precio por cuaderno de 3.000 pesetas, sin previsión de subidas ni de futuros aumentos. Estima la audiencia provincial que 3.000 pesetas era una cantidad importante para la época ¿desde cuando una tribunal de justicia es competente para determinar lo que debe ganar un artista? ¿Se imagina el lector de este artículo a un tribunal de justicia diciendo lo que debe ganar, pongo por caso, la autora de “Harry Potter? La Audiencia no dice nada sin embargo sobre el “equitativo” reparto semanal de beneficios entre creador y explotador, que quedó establecido desde esa fecha en 3.000 pesetas para aquél y 450.000 para este último, y ello sólo si nos referimos a la explotación de “El guerrero del antifaz”, pues en 1945 Manuel Gago había comenzado a realizar los cuadernos semanales de “El pequeño luchador”, y en 1947, los de “Purk, el hombre de piedra”. En total, cada semana les entregaba treinta páginas completas de nueve viñetas cada página, más sus correspondientes tres portadas y los guiones que también eran suyos; para poder llevar a cabo tal producción, que ningún otro dibujante llevó jamás, Manuel Gago trabajó dieciséis horas diarias durante veintidós años, desde 1944 hasta 1966, fecha en que, seguramente en aplicación de la cláusula “calidad y esmero”, establecida en los papeles a los que algunos han llamado contrato, el señor Puerto dejó sin trabajo a mi padre, dejándolo en la calle sin ningún requisito previo ni indemnización alguna. ¿Qué validez tenían pues esos papeles? ¿Cómo es posible que una sala de justicia haya procedido así? ¿Cómo es posible que una sala de justicia diga que el editor no registró la obra de mi padre de mala fe, pues su explotación ya la tenía cedida? ¿No se ha percatado el tribunal de que primero se produjo el registro indebido de la marca, y después se impusieron a mi padre esos nefastos papeles, la cesión y la “exclusiva”, que lo ataron a su mesa de dibujo durante veintidós interminables años, dieciséis interminables horas cada día de esos veintidós años? A mis hermanos y a mí nos robaron a nuestro padre, y a él le arruinaron su carrera, no dejándole progresar como todos los demás dibujantes pudieron hacer, cuidando sus dibujos y trabajando para el editor que más los valorase. Realmente, esta es una historia que debe quedar registrada en los anales de la Infamia.
Autorizo a cualquier persona o entidad a citar, utilizar y difundir, parcialmente o en su totalidad, este artículo en cualquier medio de difusión. Fdo. Manuel Gago Quesada

2 comentarios:

Anónimo dijo...

has leido LA MASCARA DEL GUERRERO? Ahí comenta muchas cosas

Capitán Lugo dijo...

Creo que más bien el título de la obra es "El antifaz del Guerrero" ha salido hace poco y no, no he tenido el gusto de leerla. Gracias por el comentario.