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Corrían los años setenta, cuando, a partir de los seis taquitos, comencé a pasar los veranos en Lugo; mi afición por la lectura se había manifestado antes, pero estaba conociendo los cómics, los devoraba insaciables, Mortadelo, Pulgarcito, DDT... También descubrí al Jabato y al Inspector Dan, que aparecía de aquellas en un ejemplar titulado “Bravo” Recuerdo que, un día, sentado en un banco de una estación de tren, habiendo leído los tebeos de turno que mi paciente madre me había comprado para tenerme tranquilo, insistí que quería aún más, a lo que, definitivamente, ella se negó, me puse a llorar para conseguir mi objetivo y cuando ya estaba a punto de rendirme, apareció ante mí, una increíble visión, como la más maravillosa de las hadas, una chica preciosa, vestida a lo hippy, se acercó a mi y me preguntó si me gustaba el Capitán Trueno, mientras de su bolso de lino ocre, sacaba un ejemplar de ese héroe aún desconocido para mí. Esa escena, ha quedado grabada en mi mente para siempre, recuerdo perfectamente hasta el título de ese Trueno Color, “La montaña de la Eterna Niebla” Depositado en mis manos que lo tomaron como si fuera un tesoro, me abrió los ojos hacia un mundo de aventuras fascinantes y llenas de amistad, lealtad, nobleza y amor. Gracias Hada, mi Hada de los cómics, por darme ese maravilloso regalo.